
De el amigo Marcelo, quien muy gentilmente cedió la utilización de esto a cambio de el noventa por ciento de las ganancias por solo dejar usar su cuento
Nadie hubiese pensado que después de tanto tiempo, el gato regresaría como si nada hubiera pasado. Ni un rasguño, ni una marca del paso del tiempo. Es más, cualquier cristiano hubiese jurado, y qué haría sino, que ese gato no pasaba el año de edad. Todavía le faltaban las dos piernas de atrás, pero acostumbrado por el uso de las delanteras, rebosaba de vitalidad. Su pelo se encontraba tan suave como la mejor seda. No es que yo sepa de sedas, pero tienen la fama de ser suaves.
Con su lomo tenso y erguido como un arco, listo para disparar su primera flecha, el gato de ojos amarillos se detuvo junto a mis pies. Levanto su cabeza y nuestros ojos se encontraron nuevamente. No pude contener el grito de horror que desde lo más profundo de mi ser pujaba. Grité, grité muchísimo. No recuerdo exactamente cuanto ni cuan fuerte, si sé que fue un grito especial. Porque por primera vez en mi vida, estaba asustado de verdad.
En los ojos de ese gato vi algo que jamás voy a olvidar.
Me aparté de la mesa dónde me encontraba haciendo algunas anotaciones para la nueva historia que preparaba para el diario. Incorporándome con violencia atiné a golpear, con mi pie derecho, de lleno la cabeza del felino, que sin emitir sonido alguno, fue a parar contra la puerta de vidrio que conducía al patio descubierto de mi casa. Cayó al suelo y se levantó como empujado por una fuerza ajena a su naturaleza. Comenzó a limpiarse una pata delantera como saben bien hacer los gatos, esa vanidad que los caracteriza y los asemeja tanto al ser humano. Entre ida y vuelta, levantaba la vista y me controlaba. No podía moverme, había quedado congelado contra la mesada de la cocina. Aferraba entre mis manos sudadas un repasador viejo y roto.
Escuché un ruido proveniente del jardín, giré mi cabeza con mis facciones petrificadas por el miedo, no alcancé a atisbar siquiera un rayo de luz a través de la ventana. Mis ojos recorrieron cada esquina de los recuadros de la ventana buscando alguna señal que sabía, no iba a encontrar. Parecía que la luna había escapado. Huido motivada, quizás, por la apremiante fiereza del animal. ¿Animal que continuaba limpiándose? No. Volví mi cabeza y ya no estaba. Se había esfumado. Desvanecido en la oscuridad de algún rincón sombrío de la sala.
Comencé a balbucear como un niño asustado. Desde luego, me encontraba solo y no tenía teléfono. No podía ser de otra forma. Logré despegar los pies del suelo y me dirigí hacia el patio. Abrí la puerta intentando hacer el menor ruido posible, pero ¡Qué mierda! Apenas toqué la puerta cayó al suelo, rompiéndose sus vidrios en treinta mil pedazos. Ahora sí que estaba jodido. Mi corazón latía al ritmo de una procesadora de alimentos, así, más o menos. No podía evitar que mi cabeza rebotara de izquierda a derecha, esperando abatido el ataque infalible de la bestia. El ruido del silencio era tan fuerte que ensordecía todos mis sentidos. Sentí un fuerte golpe en la nuca, abrumado cedí ante la fuerza de gravedad y mi cuerpo se hizo uno con el suelo. Negro.
Cuando desperté. Sentí un fuerte dolor en la cintura. Intenté pararme pero no pude, mis piernas no respondían a las órdenes de mi cerebro. ¿Por qué sería? Me pregunté. Pero ¡Ay! Hubiese querido no tener que escudriñar mi entorno. Todo sangre, todo roto, todo dolor. Y el dolor en mi cintura se hizo mucho más intenso. Juntando fuerzas logré levantar la cabeza del suelo y lo que vi marcó el comienzo del final.
Mi cuerpo terminaba en la cintura, el resto se hacía presente por su ausencia. A través del marco donde antes había una puerta, que ahora hacía las veces de lecho para mi cuerpo desmembrado, se asomó una figura extraña. Un engendro horripilante. El gato me había robado las piernas, que ahora blancas como la nieve le servían de sostén para su diminuto cuerpo negro. Se me acercó ahora bípedo, ahora enorme, y con la pierna derecha me golpeó en la cara con fuerza asombrosa. Acto seguido se esfumó en dirección al jardín. Yo permanecí recostado un rato. Estaba tranquilo, tenía una historia que contar.
Gracias, capo, te debo una.
bien,
MATERIA DE DIBUJOS (esto es lo que encontré, ya que ni escanié)
aguante Manuel Mandeb
y el ruso Salzman
y Jorge Allen
e Ives Castagnino ( haganmén acordar de linkearlos a ellos también )
PD: MIREN, AHORA PUSE POSDATA, PARA QUE NO DIGAN QUE SOY COLGADO.
miren: un monton de locos del choto haciendo musica
5 comentarios:
me encanta la cara de preocupado del pajarito, mi vida, pobrecito!!!
muy bueno el cuento, chuck... otra vuelta de tuerca de las transformaciones... de que parte tuya se apropió el peti, ah? besos, mi amor..te quiero te quiero
La sopa esta servida, Y QUE TODOS LOS LOBOS DEL MUNDO VENGAN A TOMARLA GUALICHAZAPPA(L) dice:
gualicha 1.00000000
vos mismo lo dijiste che
jajaja
te amo!
¡Qué honor don gualicho!
Muchas gracias por la cita y el 90%.
¡Con portada y todo! Una maravilla.
¡Feliz día!
Abrazo.
che nene.. no entiendo mucho estos ultimos chistes.
voy a seguir intentando.
intuyo que debe tener algo que ver con alguna banda.
saluditos danzarines
(?)
Vic(tima del chocolate!!!)
Corazón clandestino envuelto en llamas dice:
estoy muy msl
Corazón clandestino envuelto en llamas dice:
bo puede ser
Corazón clandestino envuelto en llamas dice:
teamo
Corazón clandestino envuelto en llamas dice:
reslmente e smo
Corazón clandestino envuelto en llamas dice:
edsstoy muy mla
Corazón clandestino envuelto en llamas dice:
ñsp rroschos halna ,am
no tenés idea de los quesos, amor jajajaj
te amo!
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